Isla Santa Clara
La Isla Santa Clara se encuentra en medio de la bahía de San Sebastián, a escasos 500 metros de la costa, en el que se concentra en una reducida superficie una gran riqueza natural.
Se trata de un espacio de singular belleza, emplazado en el punto donde convergen tierra y mar, y situado en medio de la bahía de La Concha. Protegida por los montes, Igueldo y Urgull, con solamente 5.6 hectáreas y 48 m de altitud, es uno de los espacios más representativos de Donostia.
La acción continuada del oleaje formó una gran bahía, en la que existían Urgull y Santa Clara. Sin embargo, la acumulación natural de arena tras la primera, y su posterior urbanización, dejaron a Santa Clara como la única isla en medio de la bahía.
Se sabe que en el siglo XIV existía una ermita dedicada a Santa Clara (de ahí su nombre) y que, en 1597, año en que San Sebastián fue asolada por la peste, acogía a los contagiados. También fue utilizada con polvorín e incluso cementerio de herejes, excomulgados y suicidas que no podían ser enterrados en tierra consagrada. Hoy en día, el único edificio que encontramos es la Casa del Faro. El faro que estuvo habitado durante más de 100 años y fue automatizado durante los años 60. Actualmente acoge la obra de la escultora donostiarra Cristina Iglesias, Hondalea (para más información visita hondalea.eus)
Cabe mencionar que en 1974 fue declarada Centro Histórico de Interés Nacional y durante la temporada estival cuenta con bar-restaurante, baños, duchas, socorristas…
La isla es un lugar muy querido para los donostiarras, ya que es típico pasar el día en la isla en familia o en cuadrilla. Darse un baño, hacer un picnic en una de las muchas mesas de la que dispone, o desconectar de la ciudad paseando por los senderos que se abren entre prados y bosquetes, son solo algunos de los placeres de los que podemos disfrutar a pocos minutos en motora desde el puerto.
La Isla Santa Clara se encuentra en medio de la bahía de San Sebastián, a escasos 500 metros de la costa, en el que se concentra en una reducida superficie una gran riqueza natural.
Se trata de un espacio de singular belleza, emplazado en el punto donde convergen tierra y mar, y situado en medio de la bahía de La Concha. Protegida por los montes, Igueldo y Urgull, con solamente 5.6 hectáreas y 48 m de altitud, es uno de los espacios más representativos de Donostia.
La acción continuada del oleaje formó una gran bahía, en la que existían Urgull y Santa Clara. Sin embargo, la acumulación natural de arena tras la primera, y su posterior urbanización, dejaron a Santa Clara como la única isla en medio de la bahía.
La vegetación
Se pueden contemplar especies arbóreas propias del entorno, adaptadas a la salinidad y a los fuertes vientos marinos, conviviendo con árboles y plantas introducidas por el ser humano en su afán por domesticar el medio.
De esta manera, junto a la flora característica de acantilados y arenales costeros que podría considerarse autóctona (encinas, hinojo marino o tamariz), se encuentran árboles propios de los bosques de interior (laurel, fresno, higuera, abedul, etc…). Además, con fines ornamentales se han plantado en los márgenes de los caminos arbustos como el aligustre, el seto japonés o el pitósporo. Por último, también pueden encontrarse especies consideradas exóticas invasoras, como la falsa acacia, que se ha extendido notablemente. Todo ello, hacen que la isla pueda considerarse un auténtico jardín botánico.
La vegetación
Se pueden contemplar especies arbóreas propias del entorno, adaptadas a la salinidad y a los fuertes vientos marinos, conviviendo con árboles y plantas introducidas por el ser humano en su afán por domesticar el medio.
De esta manera, junto a la flora característica de acantilados y arenales costeros que podría considerarse autóctona (encinas, hinojo marino o tamariz), se encuentran árboles propios de los bosques de interior (laurel, fresno, higuera, abedul, etc…). Además, con fines ornamentales se han plantado en los márgenes de los caminos arbustos como el aligustre, el seto japonés o el pitósporo. Por último, también pueden encontrarse especies consideradas exóticas invasoras, como la falsa acacia, que se ha extendido notablemente. Todo ello, hacen que la isla pueda considerarse un auténtico jardín botánico.
La fauna
A pesar de las pocas hectáreas que tiene la isla, en ella conviven un gran número de especies tanto de fauna terrestre como marina. En los acantilados costeros, coloreados por el amarillo del hinojo marino y el rosa pálido de los brezos, alborotan las aves marinas desde sus nidos.
Las que constituyen la población más abundante son las gaviotas, siendo las más habituales la gaviota patiamarilla, la gaviota reidora, la gaviota sombría, considerada de interés especial y el gavión atlántico. También se pueden observar el cormorán moñudo, que se alimenta de peces capturados bajo el mar y está considerado como especie vulnerable.
Sin embargo, el habitante más característico de la isla, y al que le encanta tomar el sol, es un poco huidizo si nos acercamos demasiado. Es la lagartija de la isla, (Podarcis liolepis sebastiani) y se trata de una subespecie que presenta notables diferencias con respecto a la lagartija común que podemos encontrar en los montes vascos. Esta lagartija es tan especial porque es endémica de Santa Clara y Urgull, o dicho de otra forma, solo podemos encontrala en estos dos lugares, y en ninguna otra parte del mundo…
Algunos moluscos, como las lapas, karrakelas, percebes, mejillones y otros crustáceos, como los balanos o bellotas de mar, se fijan fuertemente a las rocas, de manera que son capaces de quedar expuestos al aire libre durante la marea baja ya que mantienen la humedad en su interior. Distintas especies de cangrejos (cuadrado, nécora, centollo y barbudos) pueden desplazarse por encima de las rocas o sumergidos en el agua.
Durante la marea baja es habitual que se formen pequeños charcos o pozas que son en sí mismos pequeños oasis de vida donde es fácil encontrar diferentes especies de estrellas de mar y erizos de mar, anémonas, kiskillas, cangrejos, e incluso pequeños peces que han quedado aislados durante la bajamar.
Cuando la zona intermareal vuelve a sumergirse, su pequeña profundidad hace que se acerquen seres como holoturias (pepinos de mar), pulpos e incluso liebres de mar, junto con numerosas especies de peces de roca. El corcón es el más fácil de distinguir dado el gran tamaño que suele alcanzar, pero también veremos a las muxarras (sargo), parabeltxas (oblada), salmonete, lubina, grupos de sabirones, doncellas danzando entre las aguas o diferentes tipos de gobio descansando en el fondo.
La fauna
A pesar de las pocas hectáreas que tiene la isla, en ella conviven un gran número de especies tanto de fauna terrestre como marina. En los acantilados costeros, coloreados por el amarillo del hinojo marino y el rosa pálido de los brezos, alborotan las aves marinas desde sus nidos.
Las que constituyen la población más abundante son las gaviotas, siendo las más habituales la gaviota patiamarilla, la gaviota reidora, la gaviota sombría, considerada de interés especial y el gavión atlántico. También se pueden observar el cormorán moñudo, que se alimenta de peces capturados bajo el mar y está considerado como especie vulnerable.
La isla
La naturaleza areniscosa de las rocas de la isla, conjugada con la alta humedad y salinidad del viento que las azota ha hecho que se generen unas extraordinarias estructuras alveolares con forma de celdillas complejas que recuerda los panales de abeja. El proceso es conocido como haloclastia, que consiste en la disgregación de la superficie rocosa por el crecimiento de cristales de sal, cuando el sol evapora la humedad marina depositada por la brisa del mar. La obra Hondalea, de Cristina Iglesias, que puede disfrutarse en la Casa del Faro, está basada precisamente en estas estructuras.